Este 3 de diciembre se cumplen 106 años de la muerte de Pierre-Auguste Renoir, uno de los grandes pilares del impresionismo. La fecha, ya de por sí significativa, coincide con un hallazgo excepcional: la aparición de una obra inédita del pintor, subastada en París por 2 millones de dólares y que ofrece una mirada íntima al universo familiar del artista.
Una pieza desconocida de Renoir, perdida durante más de un siglo, salió recientemente a subasta y reavivó el interés mundial por la vida y el legado del maestro.
Un artista central del impresionismo
Pierre-Auguste Renoir fue una de las figuras esenciales del movimiento impresionista y, a diferencia de varios de sus contemporáneos orientados al paisaje, encontró su mayor fuente de inspiración en la figura humana, particularmente la femenina. Sus escenas, luminosas y sensuales, dieron forma a un impresionismo cálido, ornamental y profundamente hedonista. Aunque su gusto por el rococó se evidencia en múltiples obras, supo integrarlo con la modernidad de la pincelada suelta y vibrante que caracterizó a su tiempo.
Desde niño mostró una inclinación natural por el arte: dibujaba con carbón en los muros y comenzó su carrera decorando abanicos, persianas y escudos de armas antes de dedicarse al retrato. Tras ingresar a la Escuela de Bellas Artes, conoció a quienes serían sus compañeros de ruta: Claude Monet, Frédéric Bazille y Alfred Sisley, con quienes compartió largas sesiones de pintura al aire libre, marcadas tanto por la creatividad como por la precariedad económica.
Fue durante ese periodo que surgió el Salón de los Rechazados, un espacio fundamental para el nacimiento del arte moderno, donde la obra de Renoir comenzó a recibir atención y reconocimiento.

La búsqueda de un estilo propio
A medida que su carrera avanzaba, Renoir logró vivir del retrato y conoció a su primera musa, Lise Tréhot, cuyo rostro definió su ideal de belleza femenina. A ella le siguieron Anne, Angèle, Margot y finalmente Aline Charigot, veinte años menor que él, quien no solo protagonizó algunos de sus cuadros más célebres, sino que se convirtió en el gran amor de su vida.
Durante esta etapa, Renoir alcanzó estabilidad económica, prestigio internacional y un entorno familiar que lo impulsaba a seguir creando. Sin embargo, también tuvo momentos de duda: temía repetirse y, en ocasiones, abandonó su estilo vibrante para explorar un trazo más clásico y estructurado.
Su prolífica producción supera las 4,000 obras, muchas de las cuales han alcanzado cifras extraordinarias. En 1990, Au Moulin de la Galette se vendió en Sotheby’s por 78.1 millones de dólares, uno de los precios más altos registrados para una obra del pintor.
El Renoir perdido: una ventana al mundo íntimo del artista
La más reciente pieza descubierta, titulada “El niño y sus juguetes – Gabrielle y el hijo del artista, Jean”, permaneció oculta durante cien años. Subastada en París por 2 millones de dólares, el óleo —de 54 x 65 cm y fechado entre 1890 y 1895— muestra a Jean Renoir, segundo hijo del artista y futuro cineasta, sentado sobre las piernas de su niñera, Gabrielle Renard, mientras juega con pequeñas figuras.
La obra perteneció a Jeanne Baudot, única alumna y amiga cercana de Renoir, quien la conservó en su casa de Louveciennes hasta su muerte en 1957. Después pasó a manos de su “hijo espiritual”, Jean Griot, miembro de la Resistencia y colaborador del gobierno de Charles de Gaulle, y desde 2011 permaneció bajo resguardo de sus herederos.
La subasta de este lienzo no solo destaca por su valor económico, sino también por su relevancia histórica. La pintura permite asomarse a la intimidad familiar del maestro impresionista y aporta nuevas piezas al rompecabezas creativo de su periodo tardío.











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