Aunque Leonor Fini se movió en el corazón del surrealismo europeo, nunca aceptó formar parte oficial del movimiento. Instalándose en París, epicentro de las vanguardias, convivió con figuras como Salvador Dalí, Jean Cocteau, Max Ernst y Paul Éluard, pero rechazó las jerarquías, etiquetas y dogmas del grupo.
Fini se negó a ser musa, símbolo o “mascota” del surrealismo: su postura fue clara desde el inicio. Para ella, la identidad—incluido lo femenino y lo masculino— era mutable, imaginativa y profundamente libre.
Nacida en Argentina, pero criada en Europa, su infancia estuvo marcada por una experiencia singular: su familia materna la protegía de su padre ocultándola y vistiéndola como un niño, una vivencia que marcaría su visión fluida del género.
Desde los cinco años, Leonor dibujaba sin descanso. Sus cuadernos rebosaban imágenes, presagiando una vocación temprana acompañada de un carácter indócil y rebelde. Expulsada de la escuela por “mala conducta”, optó por una formación autodidacta, ajena al rigor académico que siempre rechazó.
Visiones, pintura y primeros reconocimientos
Durante su adolescencia, una severa conjuntivitis la obligó a dejar de pintar por semanas. En ese periodo, según relataría más tarde, experimentó visiones intensas que detonaron, tras su recuperación, una producción pictórica compulsiva.
Entre los 17 y 18 años, comenzó a realizar retratos por encargo, actividad que le permitió subsistir mientras desarrollaba un lenguaje propio. En 1929, participó en su primera exposición colectiva y pronto captó la atención del mundo artístico.
París, Dior y el esplendor creativo
El contexto político de la Italia fascista la llevó a trasladarse definitivamente a París en 1931. A los 24 años, presentó su primera exposición individual en la Galería Bonjean, dirigida por Christian Dior, un hito que consolidó su proyección internacional.
Además de pintar y dibujar, Leonor Fini ilustró textos de Edgar Allan Poe y el Marqués de Sade, escribió novelas y diseñó escenografías y vestuarios para teatro, ballet y cine.

Mujeres poderosas y masculinidades subvertidas
Uno de los aportes más radicales de su obra fue la representación de mujeres activas, dominantes y mágicas: diosas, brujas, heroínas y esfinges que funcionan como múltiples autorretratos simbólicos.
En contraste, los hombres aparecen frecuentemente como figuras pasivas, andróginas o vulnerables, objeto de la contemplación femenina. Para Fini, la androginia representaba el estado ideal del ser humano, una síntesis que desafiaba al patriarcado y al orden simbólico tradicional.
Leonor Fini y las otras masculinidades
En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, su relación con Nico Papatakis marcó un giro sistemático en la representación de las masculinidades alternativas. En obras como Hermes ou le Travesti o El hijo del albañil, invierte el arquetipo clásico: el hombre aparece desnudo, frágil y contemplado; la mujer, firme y desafiante.
Este gesto artístico consolidó una de las críticas más incisivas al machismo en los círculos artísticos del siglo XX
Diseño, moda y escena
Su creatividad también se extendió al diseño. En 1937 creó el icónico frasco del perfume Shocking de Elsa Schiaparelli, un diseño que décadas más tarde sería retomado por Jean Paul Gaultier.
Durante los años cuarenta colaboró con figuras como George Balanchine, Roland Petit, Albert Camus y John Huston, consolidando una obra transversal entre las artes visuales, escénicas y literarias.
Un legado incómodo y vigente
Leonor Fini falleció en 1996, en París, a los 89 años, dejando una obra vasta y polifacética que hoy forma parte de colecciones internacionales como el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
Aunque su crítica al patriarcado fue contundente, su postura política fue ambigua: desafió el machismo del surrealismo, pero evitó confrontar de forma abierta al sistema capitalista o a los regímenes autoritarios de su tiempo. Aun así, su legado sigue siendo incómodo, provocador y profundamente actual.
A casi tres décadas de su muerte, Leonor Fini permanece como una figura clave para comprender el arte, el género y la imaginación radical del siglo XX.









Piezas exhibidas en la exposición Moda Hoy en el Museo Franz Mayer que estará disponible hasta el 12 de abril del 2026.Luisa Ortega